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Avanza con pasos seguros y firmes


Un día fui a conocer el mar del nuevo lugar donde vivo. Es imponente. Me descalcé y me acerqué a la playa dejando que las olas llegaran hasta mis pies. Pensé en mi madre, que estaría en ese momento mirando el mar del lugar donde ella vive. La misma agua con color distinto. Empecé a caminar. Había muchas piedras, algunas de ellas me lastimaron. Había arena más suave también que me dejaba descansar y entre la espuma tuve que avanzar buscando un lugar firme en que me pudiera sentir segura. No veía bien, el mar iba y venía y no sabía dónde había arena fina y dónde piedras puntiagudas. Hasta que me detuve y respiré con calma. No me moví tratando de mirar a través del agua el fondo para saber en qué lugar pisar. Entonces sucedió una de las más bellas experiencias que he tenido: descubrí mis pies y los miré distintos y nuevos. Aparecían y desaparecían entre la espuma y la calma. Y ahí me di cuenta de todo. No importaba dónde estuviera parada o a dónde quisiera ir, no importaba la incertidumbre y la poca claridad al caminar, lo verdaderamente sabio era mirar mis pies y saber que eso era con lo que yo contaba para avanzar. Solo mis pies, esos que siempre me han llevado y me han sostenido, los pies que aun con heridas y dolor, siempre buscan avanzar. Empecé a andar con pasos firmes y seguros, había un suelo difícil y unos pies sabios. Y solo la calma del agua al detenerme me dejó mirarlos y sentir por ellos un profundo respeto y verdadero amor.

Así concibo la vida. Avanzando con lo que soy y con lo que tengo. Siendo yo misma. Aliándome con mi entorno para llegar a mis metas. Así he vivido, avanzando con pasos firmes y seguros y hoy quiero compartirlo contigo.


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